Trabajo
Práctico 4
1)
El racionalismo es una corriente
filosófica que exalta la importancia de la razón y el pensamiento, aislándolos
del vínculo que puedan tener con la experiencia.
Las principales características de
la doctrina racionalista son: la existencia de ideas innatas; la relación
directa entre el pensamiento y la realidad; la noción de que el conocimiento es
de tipo deductivo (tal como en las matemáticas); el carácter dual de la
sustancia (res cogitans y res extensa).
Para los pensadores racionalistas,
el conocimiento se origina en la razón, con total independencia de la
experiencia sensible, por lo tanto, consideran a la realidad verdadera en tanto
sea posible comprenderla.
2)
Descartes considera necesaria a la
duda como recurso metodológico, aplicable tanto a los sentidos como a los
contenidos de la conciencia. Este método, denominado duda cartesiana), consistía
en poner en cuestión sistemáticamente todos los conocimientos que se daban por
sentado.
La duda cartesiana consta de
diferentes momentos o fases. En primer lugar, la duda se aplica tanto a lo
percibido por nuestros sentidos, que suelen engañarnos (ejemplo: ilusiones ópticas)
como a los sueños.
Luego, Descartes
aplica su método al conjunto de pensamientos que damos por verdaderos (en particular
los matemáticos).
Es en el momento en que parece que
de nada puede fiarse en que Descartes encuentra algo que le es imposible
cuestionar: mientras duda está pensando, por lo que, al ejercer el pensamiento,
su propia existencia queda demostrada.
3)
En cuanto Descartes pone en duda los
pensamientos que se tienen por ciertos (en particular los matemáticos) se
plantea la existencia hipotética de un ser poderoso que podría inducirnos al
error. Descartes se resiste a identificar a este ser con Dios, ya que este no
puede, por su esencia, engañarnos. De modo que supone la existencia de lo que
llama el “genio maligno”, encargado de convencernos, mediante su astucia, de
que lo que percibimos y pensamos es “real”.
Descartes utiliza la hipótesis del
genio maligno para justificar la apariencia de realidad de las cuestiones que
él pone en duda (la validez de la experiencia y el pensamiento).
Por otra parte, esta hipótesis
permite salvar las distancias entre los principios racionalistas de Descartes y
la doctrina cristiana (la idea del bien y del mal, cuyas personificaciones son
Dios y el diablo).
4)
Es al llevar la duda a su máxima
expresión, dudando tanto de lo que perciben sus sentidos como del conjunto de
conocimientos que se dan por validos, que Descartes llega a una evidencia que
considera irrefutable: si duda, piensa y si piensa, quiere decir que existe.
Es posible dudar de la información
que perciben los sentidos, así como también de toda actividad propia de la
razón, pero no de que al ejercer la duda se esta pensando, y si se piensa,
significa que el ser que piensa debe tener existencia (cogito ergo sum).
5)
El pensamiento, como evidencia de la
existencia del yo, permite a Descartes distinguir en la realidad, dos tipos de
sustancias: la que piensa (res cogitans) y la que no (res extensa). Esta
división también puede enunciarse como yo/mundo, espíritu/materia y
mente/cuerpo. La propiedad primera de la mente es el pensamiento, mientras que
la del cuerpo es la extensión.
En cuanto a estas sustancias, es
posible establecer una supremacía de la mente sobre el cuerpo, del yo por sobre
el mundo material, ya que si bien no es el sujeto quien origina la realidad, es
su conciencia quien la fundamenta y legitima.
Esta concepción se adecua a las
nuevas ideas de progreso que conducirán al desarrollo de la técnica y una
visión instrumental que considera al mundo como subordinado a los intereses del
hombre.
6)
Los empiristas niegan la posibilidad
de que el sujeto posea ideas innatas, anteriores a cualquier adquisición de
datos. Para demostrarlo, Locke se sirve de ejemplo del caso de los niños, los
cuales desconocen las proposiciones consideradas universales para los
racionalistas (todo lo que es, es; es imposible que una cosa sea y no sea).
De esta manera demuestra que solo
conocemos a partir de las impresiones que tenemos de los objetos y fenómenos
externos, así como de la observación de nuestras propias operaciones mentales.
8)
Los filósofos empiristas afirmaron
que todo conocimiento se origina y funda en la experiencia sensorial. Todo
nuestro conocimiento deriva de nuestra observación, tanto de los objetos
sensibles externos como de las operaciones internas de nuestra mente,
percibidas por nosotros.
Por lo tanto, el enfoque del que se
sirve el empirismo es de tipo psicológico, ya que el conocimiento es
considerado un proceso psíquico.
9)
Hume llama impresiones a los
fenómenos psíquicos actuales e ideas a las representaciones que se forjan en
nuestra mente de tales impresiones. Por ejemplo, mientras vemos una película,
percibimos diferentes impresiones de la misma, que permiten que luego
elaboremos ideas al respecto o simplemente la recordemos.
10)
Hume considera necesario analizar
las ideas de modo tal que se haga manifiesta la impresión de la cual proceden. Si
esa impresión se manifiesta claramente, la idea es legítima. Si por el
contrario, no aparece, entonces la idea es una ficción, concebida por nuestra
imaginación, ya que es imposible que le corresponda realidad alguna.
11)
Hume revisa la idea de sustancia
para corroborar su veracidad. Para ello, primero busca la impresión de la que
esta idea proviene y, al no encontrarla en las impresiones externas percibidas
por los sentidos, llega a la conclusión de que tal idea es ficticia, es decir,
ha sido concebida por el hombre, sin ninguna correspondencia con la realidad.
12)
Hume critica la concepción
cartesiana del “yo”, la cual afirma que en todo momento somos concientes de su
existencia. Tampoco encuentra Hume ninguna experiencia sensible que derive en
la idea de “yo”. Lo que consideramos el yo, es aquello a lo que se refieren
nuestras ideas e impresiones, contenidos de conciencia que se suceden en
nuestra mente con rapidez. La imaginación sería responsable de esta
representación, la cual se ve condicionada por la asociación de ideas. Por lo
tanto, tanto el “yo” como “el mundo”, no son esencias sustanciales, sino
ficciones amplificadas de ciertos procesos de conciencia.
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